Systems of Violence
The
Political Economy of War and Peace in
Sistemas de
Violencia
La economía
política de la guerra y la paz en Colombia
(traducción no
oficial)
CAPÍTULO 7
En
análisis comparado, se emplea el método de acuerdos y diferencias mediante la
identificación de similitudes en las variables dependientes asociadas con un
desenlace común, tales como el Sistema de Guerra; y mediante la identificación
de variables independientes que producen desenlaces diferentes, es decir, en las
violencias política y criminal que no conllevan a sistemas de guerra. Este
capítulo estudia tres casos diferentes: Italia, Líbano y Angola. Se escogió
Italia porque, a pesar de lo violenta de su historia del s. XIX y comienzos del
s. XX, no desarrolló un Sistema de Guerra. La meta aquí es explicar por qué este
desenlace fue posible en Italia y no en el Líbano, Angola y Colombia. En el
Líbano, la violencia se institucionalizó en un Sistema de Guerra que colapsó
luego de un ciclo de 15 años. El Sistema de Guerra de Angola continúa tres
décadas después de la guerra de independencia de Angola.
La
mayor parte de la literatura sobre la violencia colombiana ha enfocado la
particularidad histórica de sus luchas sectarias entre los partidos liberal y
conservador. Esta interpretación se basa en la numerosas guerras civiles que
estallaron en Colombia durante el s. XIX: 1830-31, 1839-42, 1851, 1854, 1860-62,
1876-77,1895-1902, y 34 rebeliones (según Malcom Deas).
([1]) Este capítulo discute algunos casos de violencia que demuestran que
la violencia política y criminal colombiana no es única si la observamos en
términos comparativos, como sostiene Deas.
ITALIA: UN SISTEMA DE GUERRA ABORTADO
Italia en los siglos XIX y comienzos del XX sufría de los problemas típicos de
construcción estatal que aún afectan a la mayoría de la naciones del Sur en el
s. XXI. La debilidad del Estado italiano, sus Mafias, y sicarios son bien
conocidos por su mala fama. Esta fama da pie a análisis comparativos con
Colombia, como el adelantado por Malcom Deas. Este ejercicio comparativo es
importante a fin de disipar la noción de que los países están encerrados en sus
propias historias y por lo tanto condenados a un ciclo perpetuo de violencia,
como sugieren algunos estudios sobre la violencia. Concuerdo con la visión de
Deas según la cual Colombia no era un país particularmente violento en el s. XIX
de acuerdo con estándares regionales e internacionales. El caso de Italia es
particularmente útil porque no cabe dentro del molde de análisis comparativos
que limitan el ejercicio a, o bien esquemas regionales, o a un concepto global
de subdesarrollo. En los siglos XIX y comienzos del XX, el Estado italiano era
“débil” en el sentido de que la elite era incapaz de producir un hegemon, de
acuerdo con los términos de Antonio Gramsci, y persuadir a sus súbditos a
aceptar la lógica sobre la cual se basa el sistema político. La elite italiana
de finales del s. XIX no cumplía aún con la condición más avanzada de hegemonía
que Gramsci denomina el "tercer momento" (Véase capítulo 3).
El
estudio de John Davis sobre
El
aparato de
Uno
de los paralelismos más importantes con Colombia es el fracaso del liberalismo
del Risorgimento italiano, especialmente en los años posteriores a 1878, para
resolver el asunto agrario cuando éste alcanzó su máxima crisis. De hecho, la
violencia política y criminal convergió en Sicilia y el Mezzogiorno debido al
tipo de estructuras agrarias (grandes terratenientes ausentistas) y una débil
presencia estatal. Los terratenientes sicilianos conformaban una fuerza compacta
a la cual, según Davis, no era fácil resistirse, ni dividir, lo que dificultaba
al Estado el arbitraje o solución de los conflictos con los campesinos.
([6]) Davis observó que una de las variables clave, además de las
estructuras económicas que determinan las diferentes formas de violencia rural
en Sicilia y el Mezzogiorno, fue la relativa debilidad del Estado.([7])
Con creciente frecuencia, los grande terratenientes dependían de los
paramilitares de
El
Mafioso, según Anton Blok, era un empresario violento especializado en la
mediación económica y política entre las clases sociales tradicionales, y entre
el campo y el mundo exterior.([8])
El Mafioso desempeñaba un papel clave en el manejo de los procesos conflictivos
y en la acomodación entre el Estado, la clase terrateniente, y los campesinos,
en la medida en que monopolizaba los principales puntos de articulación
políticos, coercitivos, y económicos entre el campo y los sistemas económicos y
políticos más vastos. Por ende,
En
Italia, la unificación del país se basaba en la alianza táctica entre la
burguesía industrial del Norte y la elite terrateniente del Sur; alianza que
moldeó el sistema político hasta 1922 cuando llegaron los Fascistas al poder.
Los términos de la alianza fueron la perpetuación del orden social y económico
en el Sur; total libertad de acción para las elites dominantes a nivel local; y
acceso a los recursos por parte de los diputados del Sur a cambio de un respaldo
incondicional en el Parlamento a cualquier mayoría gubernamental,
independientemente de su programa. Por consiguiente, el Estado delegó en las
elites locales el poder para gobernar a nombre suyo y estos, a su turno,
asumieron las funciones de mantenimiento del orden y estabilidad social en el
campo. Como argumenta Judith Chubb, en ausencia de una autoridad del Estado
central y de la mayoría de la clase terrateniente, (que en su mayor parte vivía
en los centros urbanos), la elite local se convirtió en la otra cara de
Es
interesante observar que
En
1950, se introdujo una reforma agraria bajo la cual el 20% de la tierra agrícola
en Sicilia y dos terceras partes de la tierra ocupada por latifundios pasaron a
manos de pequeños campesinos. Como resultado,
Otro
factor importante que contribuyó a la reducción de la violencia fue la renuncia
del Partido Comunista al uso de la violencia política como medio para tomarse el
poder, y su aceptación de las reglas del juego político. Esta posición del PC le
negó a grupos revolucionarios más pequeños, como las Brigadas Rojas con sus
tácticas violentas, la oportunidad de convertirse en un verdadero reto a la
hegemonía del Estado y de lograr un respaldo significativo entre las clases
trabajadoras y los campesinos. Esto evidencia que los instrumentos de
colaboración entre clases institucionalizados bajo el Estado Providente
ampliaron la base social del Estado y consolidaron su posición hegemónica
social. ([15]) De
esta manera, la violencia en Italia no se arraigo tanto como en Colombia y no se
convirtió en un Sistema de Guerra. La fuerza contrahegemónica opuesta al Estado
(
La previa historia violenta de Italia no moldeó su historia posterior a
El
ejercicio de la violencia de parte del crimen organizado ha sido selectivo,
enfocado únicamente en contra de sus oponentes al interior de organizaciones
estatales, en particular la rama judicial y
EL CICLO DEL SISTEMA DE GUERRA EN EL LÍBANO
Se
pueden sacar paralelos históricos entre el Líbano, Colombia e Italia. En el
Líbano del siglo XIX, estallaron varias revueltas campesinas y conflictos
sectarios (1820, 1830, 1845, 1860) lideradas por patriarcas feudales.
([21]) Después de
lograr su independencia en 1943, el gobierno del país se estableció sobre la
base de un acuerdo consociacional que dividía el poder entre los líderes de las
sectas (el equivalente funcional de Liberales y Conservadores en Colombia). La
distribución del poder político se basaba en el censo de población de 1932
(único censo oficial desde esa época), en el cual la relación de musulmanes a
cristianos era de 5:6.
En
1975 la guerra civil comenzó en serio, en parte debido a la incapacidad de la
estructura política consociacional del Estado de adaptarse a los cambios. El
surgimiento de nuevas fuerzas sociales; la creciente polarización de clase, la
desigual distribución de los ingresos, así como diferencias regionales,
exacerbaron la necesidad apremiante de una representación política más
igualitaria entre musulmanes y cristianos después del cambio demográfico a favor
de los primeros. Otro catalizador importante fue el desbordamiento del conflicto
Israelo-árabe, que repercutió en los conflictos domésticos del Líbano, en
particular en su división sectaria. Israel y los Estados Unidos apoyaron los
partidos políticos cristianos de derecha, y la entonces Unión soviética y
algunos Estados árabes tomaron partido por la alianza musulmana de izquierda.
En
vísperas de la guerra civil de 1975, el Líbano tenía una elite política
fragmentada y una sociedad polarizada a lo largo de traslapadas líneas
políticas, de clase y sectarias. La base social del Estado se veía profundamente
afectada por conflictos intraelite, y por el surgimiento de una fuerza
contrahegemónica lo suficientemente fuerte como para desafiar la autoridad del
Estado en la mayor parte del territorio nacional, con el apoyo de las guerrillas
palestinas. La oposición armada logró establecer su control sobre amplias
regiones del país y contaba con la fuerza requerida para prevalecer, de no haber
sido por las condiciones regionales e internacionales que impidieron su abierta
victoria militar. La intervención militar siria en 1976, con el apoyo de los
Estados Unidos y el consentimiento de Israel, venció a la alianza entre
palestinos e izquierda, e impidió que la izquierda se tomara los últimos
bastiones del ejército del Estado y de sus aliados, las milicias de derecha.
Estas
condiciones internacionales y el consecutivo realineamiento de fuerzas
precipitaron un impasse militar que duró más de quince años, durante los cuales
las partes en conflicto efectivamente cambiaron en lo que se refiere a su
liderazgo, composición de clase y programas políticos. Sin embargo lo más
importante es que alcanzaron a ajustarse a unas condiciones de guerra de baja
intensidad, y a establecer una economía política positiva en términos de las
ganancias económicas y políticas que este impasse les permitió acumular. En
contraste con Italia, la violencia en el Líbano evolucionó hacia un Sistema de
Guerra bajo el cual la oposición armada logró sostener una guerra durante más de
quince años. Esto es el caso en el Líbano, mas no en Italia ya que el Estado
italiano logró trazar una base de colaboración política y de clase, que se
manifestó como corporativismo bajo Mussolini, y que posteriormente se expandió
bajo el Estado Providente de
Las
partes en conflicto en el Líbano comenzaron adaptándose a una guerra de baja
intensidad, interrumpida por estallidos ocasionales, lo que les permitió
acumular activos políticos, económicos y culturales que pesaban más que los
costes de la guerra. En consecuencia, una condición de "cómodo impasse" se
instauró durante la mayor parte del período entre 1977 y 1990. La guerra se
institucionalizó, y se establecieron algunas reglas básicas, tales como la
creación del Comité de Cese al Fuego, para regular la guerra. Se lograron
acuerdos tácitos e implícitos para coordinar la imposición de gravámenes a los
bienes importados que transitaban entre las distintas zonas de dominación, las
transferencias de capital y de escrituras de tierras, y la protección de la
propiedad privada. Estos acuerdos se hacían entre los líderes de las milicias en
sus propias localidades. La suma total de dinero que circulaba en la economía de
guerra era de aproximadamente US $900 millones anuales (cerca de 25% del PIB)
entre 1978 y 1982. ([22])
Estas sumas se repartían como sigue:
El
Sistema de Guerra generó nuevas fuerzas sociales y políticas. Capitalizando la
importación de bienes de contrabando, de armas, y el narcotráfico, surgió una
nueva clase de empresarios de guerra.
([24]) Esa nueva
clase acumuló recursos económicos significativos, y pronto se hizo candidata a
una reincorporación a la clase dominante. Esta situación es muy similar a lo que
ocurrió en Colombia con la narcoburguesía y los líderes paramilitares (Pablo
Escobar, los hermanos Rodríguez, y Carlos Castaño), que intentaron asimilarse
dentro de la burguesía y la elite política tradicional. En el Líbano, los
líderes de las milicias buscaron el poder político y, en 1990, se volvieron
partícipes de la nueva elite al poder. Tal es el caso de Nabih Berri, líder de
la milicia chiíta Amal; Ily Hubaika, líder de una facción de las Fuerzas
Libanesas, un grupo maronita de derecha; y Samir Jaja, líder de las Fuerzas
Libanesas. La mayoría de los nuevos integrantes de la elite política provenían
de la pequeña burguesía y de zonas rurales.
Por
consiguiente, aunque el Sistema de Guerra haya sido producto de un impasse
militar, la dinámica de sistemas generó nuevas fuerzas sociales que se
convirtieron en parte del sistema de paz establecido desde 1990. Los líderes del
Sistema de Guerra se volvieron parte de los elementos constitutivos de la
hegemonía restaurada con base en el Acuerdo de Taif. Los casos del Líbano y de
Colombia invitan a una revisión del muy citado dictum de Clausewitz, según el
cual ‘la guerra es una continuación de la política por otros medios’. Una
descripción más acertada podría ser que la política es la continuación de la
guerra por otros medios. Esto sería más apropiado cuando se trata de sociedades
caracterizadas por agudas divisiones políticas, sectarias, étnicas, y de clase,
y por crisis crónicas en la hegemonía del Estado. La guerra, en estos casos, no
se debe concebir o analizar como una anomalía o una aberración de los procesos
históricos, sino más bien como una parte integral de ellos.
Una
pregunta importante viene al caso: ¿Cómo puede un Sistema de Guerra
transformarse en un sistema de paz? El caso de Líbano podría dar elementos de
respuesta. El Sistema de Guerra en el Líbano alcanzó un alto nivel de
institucionalización, y su economía pasó por encima de los sectores
tradicionales de la economía; de hecho, los absorbió. El sector de la banca y de
las finanzas, por ejemplo, floreció a partir de la entrada y la circulación de
los dineros de la economía de guerra
([25]) El hecho
de que este sector sufriera reveses económicos cuando se terminó la guerra no es
sorprendente. Algunos sectores de la clase comerciante también fueron
incorporados a la economía de la guerra gracias a la descentralización del
comercio que propulsó la guerra. El distrito comercial de Beirut fue un teatro
importante de la guerra, lo que obligó tanto los viejos comerciantes como los
nuevos a desplazar sus actividades hacia nuevas áreas. Siendo así, ¿cómo es
posible que un sistema tan institucionalizado y dominante haya sido
desmantelado?
La
dinámica de sistemas nos da la respuesta. Los sistemas son generalmente
impredecibles ya que las causas y los efectos no son lineales en el sentido de
que unas entradas X no producen invariablemente una cantidad igual de salidas Y.
Pero lo que nos enseñan los sistemas complejos es que, unas entradas X podrían
producir desenlaces impredecibles Z. En el Líbano, el Sistema de Guerra generó
nuevas fuerzas y elites políticas, pero este proceso se aunó a violentos
conflictos inter e intra grupos. Uno de esos conflictos, que fue decisivo para
la dinámica sistémica que llevó al colapso del Sistema de Guerra en 1990, fue el
surgimiento de un nuevo comandante del ejército, Michel Oun, quien, en su
búsqueda de supremacía, cambió las reglas operativas del Sistema de Guerra
mediante un intento por rediseñar las líneas de batalla institucionalizadas
desde 1977.
Ese
intento generó una reacción en cadena que propulsó la guerra hacia niveles sin
precedentes. El precio de los daños causados por esta nueva fase de la guerra
(que duró menos de dos años) fue estimado en US $2.000 millones en daños a la
propiedad, es decir aproximadamente el 8% de los US $25.000 millones que el
Líbano perdió durante la guerra civil en términos de infraestructura e
instalaciones de producción. El costo militar de la "Guerra de Liberación" de
Oun en contra de las fuerzas sirias de mantenimiento de paz y sus aliados
libaneses fue calculado en US $150 millones de dólares mensuales, alcanzando un
total de US $ 1.000 millones. Estos costes incluyen los salarios de los
soldados, el precio de armas y municiones, insumos, y gastos médicos.
[26]) De hecho,
esta fase de la guerra destruyó las bases económicas del Sistema de Guerra. El
costo de la guerra se volvió exorbitante, excediendo de lejos las capacidades de
extracción de renta de los actores locales. La economía de guerra sencillamente
no se podía mantener, especialmente con el apaciguamiento de
Técnicamente, en términos de teorías de sistemas, el Sistema de Guerra libanés
fue básicamente bipolar hasta 1988: se componía de una fuerza hegemónica en el
campo cristiano de derecha, y de una coalición hegemónica por el lado de la
fuerza musulmán de izquierda. El ejército libanés se fragmentó en distintas
facciones, pero el eje de la fuerza combatiente se quedó bajo la tutela
hegemónica maronita de derecha, hasta la llegada del general Michel Oun como
comandante de las Fuerzas Armadas, y posteriormente como Primer Ministro
interino de
La
guerra de 1989-1990 entre Michel Oun y las Fuerzas Libanesas (FL) llevó al
debilitamiento de estas últimas en los planos militar y político. La guerra
también significó la pérdida de aproximadamente 55% de los recursos mensuales de
las FL, debido a que sectores importantes pasaron bajo control de Oun, como el
puerto de Beirut ($200,000), catastro ($800,000), y los impuestos a zonas
residenciales, casinos, restaurantes y distritos comerciales ($250,000).
([27]) Lo más
devastador de todo fueron los niveles de destrucción a los que llevó esta
confrontación. Las Naciones Unidas calculan que, en cuatro meses, de enero a
marzo de 1990, murieron aproximadamente 1.500 personas, 3.500 resultaron
heridas, 100.000 emigraron, y más de 32.000 se convirtieron en refugiados. El
daño material a la infraestructura del país fue de aproximadamente US $500
millones, y el ingreso per cápita cayó de US $1.150 en
La
rápida caída del PIB per capita y la concomitante inflación del 100% no sólo
afectaron a las clases medias y pobres sino también a sectores importantes de la
burguesía industrial y comercial. Segmentos de esta última, que fueron
instrumentales en la financiación de las milicias de derecha, pagaron un precio
aún más alto cuando surgió un conflicto al interior de los mismos grupos
políticos de derecha. Muchas de sus industrias y de sus centros comerciales
fueron arrasadas durante este conflicto. El conflicto puso de relieve la
gravedad de las fracturas políticas en el seno de los grupos de derecha
apuntaladas por una lucha de poder entre líderes ambiciosos, además de sacar a
la luz las profundas diferencias internas de de los sectores de la burguesía que
los apoyaban. Algunos de los integrantes de la burguesía tomaron partido por el
General Oun, otros continuaron siendo leales a las FL mientras que otro sector
apoyó a un grupo disidente de las FL, y algunos asumieron una posición neutral.
El desenlace, sin embargo, fue la erosión de la unidad política que había
permitido mantener una guerra de baja intensidad durante más de quince años.
De
esta manera, los cambios en la dinámica interna del sistema, o en su entorno,
ilustran la naturaleza precaria de los sistemas violentos en general. El
conjunto interno de reglas tácitas se puede ver perturbado en cualquier momento,
llevando a su colapso o, a lo que Zartman llama, una "situación mutuamente
hiriente". [29])
Tales momentos son generalmente los más oportunos para que intervenga la
mediación de terceros, así como lo demostraron los eventos en el Líbano. En
1990, las facciones en guerra estaban agotadas por el dramático auge en los
niveles de violencia, lo que permitió que la mediación regional e internacional
cumpliese su cometido y se encontrase una solución al conflicto, con la firma
del Acuerdo de Taif en Arabia Saudita.
El
Líbano es un buen ejemplo del ciclo de vida del Sistema de Guerra, desde su
nacimiento, pasando por una etapa de madurez, hasta su colapso final. Si una
economía política positiva se desarrolla bajo un impasse militar, y si este
impasse se vuelve cómodo, el Sistema de Guerra se puede mantener por un período
largo. [30]) En
el Líbano, el Sistema de Guerra no sólo dependía del comportamiento, objetivos e
incentivos de los actores sino también estaba moldeado por los efectos
sistémicos de todos estos cuando entraron a competir con los objetivos de otros
actores. Ni Michel Oun, ni sus opositores podían anticipar los efectos
sistémicos de sus propios actos. Oun fue acusado de "inestabilidad mental”
simplemente porque violó las "reglas estándares" del Sistema de Guerra al
intentar cambiar los límites del Sistema, lo que llevó la violencia a niveles
sin precedentes. No se puede definir si Oun realmente era inestable, pero lo que
sí podemos decir es que Oun fue víctima de una dinámica de sistemas que él mismo
ayudó a desencadenar al equivocarse en el cálculo de probabilidades, y al no
prever el sinfín de consecuencias que podrían resultar de sus agresivas
estrategias.
El
caso del Líbano apoya la tesis según la cual las sociedades fraccionadas tienden
a padecer guerras más largas que aquellas sociedades con un menor grado de
fraccionamiento, en particular cuando los actores locales gozan del apoyo
financiero de fuentes extranjeras. Este hallazgo contradice los resultados de
Paul Collier y sus colegas, que sugieren que las sociedades homogéneas y
altamente fraccionadas tienen guerras civiles más cortas que las sociedades
moderadamente fraccionadas. [31]) De hecho, el Líbano es altamente fraccionado y
Colombia es una sociedad más homogénea en términos de su composición social,
étnica y religiosa (80% de los colombianos son mestizos y católicos). Ambos
países, sin embargo, han presenciado guerras prolongadas. La guerra de Líbano
duró más de 15 años, y la guerra civil en Colombia más de 35 años. Explicar
estos dos casos, así como la guerra civil en Angola, por las idiosincrasias, es
evitar la pregunta central: ¿Por qué tienden algunos conflictos a prolongarse
más que otros? He argumentado que estas "anomalías" se pueden explicar en
términos de la conjunción de los tres factores que conllevan a la formación del
Sistema de Guerra discutido aquí. [32]). Los capítulos anteriores trataban del
caso colombiano, mostrando cómo estos tres factores efectivamente coincidieron,
lo que explica la larga duración del conflicto.
EL SISTEMA DE GUERRA DE ANGOLA
Angola logró su independencia de Portugal en 1975, y antes de poder consolidarse
el poder del Estado, se desató un conflicto intraguerrillero en el seno de los
que habían combatido por
La
guerra civil en Angola ha pasado por un sinnúmero de altibajos desde 1975, para
culminar en el acuerdo de 1992, que fue facilitado por los virajes
internacionales consecutivos al fin de
En el
transcurso de la guerra civil, el equilibrio de poder ha oscilado entre uno y
otro campo, sin que ninguna de las partes logre una victoria militar decisiva.
Luego de cada derrota,
El
Sistema de Guerra es no lineal; es un sistema abierto, sensible a los cambios de
su entorno. En Angola, el derrocamiento en 1998 del régimen de Mobutu Sese Seko
—que apoyaba a
El
proceso de construcción estatal angoleño se ha visto atrapado en el ambiente
político de
Existen similitudes y diferencias importantes entre las guerras civiles de
Angola, Líbano y Colombia. Los grupos en guerra dependen de apoyos financieros y
militares externos durante la primera fase (Líbano, 1975-80; Angola, 1975-89; y
Colombia, 1964-80). Los Estados respectivos también dependían de la ayuda
externa, así como del gasto de recurso propios en esta primera fase de la guerra
civil. Durante la segunda fase, los actores (incluyendo el Estado -en particular
sus Fuerzas Armadas) lograron desarrollar estrategias para la consecución de
rentas y pudieron captar suficientes recursos como para acumular una economía
política positiva. En esta segunda fase, los actores capitalizaron la extracción
de recursos desde múltiples fuentes. En el Líbano, por ejemplo, los principales
actores armados se financiaron con impuestos, inversiones, contrabando de armas
y bienes, y narcotráfico. En Colombia, los insurgentes, el Estado y el crimen
organizado dependían de impuestos, dineros de secuestro, extorsión, rentas de
protección en zonas auríferas y petroleras, y narcotráfico. En Angola,
La
capacidad de los actores para acumular recursos a fin de mantener el Sistema de
Guerra garantiza su perpetuación indefinida, ya que los sistemas están sujetos a
contingencias y cambios en su entorno. En el caso libanés, por ejemplo, la
aparición de un nuevo actor cambió la dinámica del Sistema de Guerra, llevando a
la desestabilización del Sistema y posteriormente a su colapso. Aquí, la
adopción de estrategias agresivas por un nuevo actor suscitó contraestrategias
por parte de sus oponentes, lo que a su turno provocó desenlaces no deseados.
Este es un caso típico que ilustra el Dilema del prisionero donde los actores,
al no moderar sus estrategias de conflicto, afectan asimismo sus propios
intereses en el mantenimiento del Sistema de Guerra a largo plazo.
En
contraste, el Sistema de Guerra de Angola es en esencia un sistema bipolar, que
ha logrado reequilibrarse a pesar de estallidos ocasionales. A ese respecto, se
acerca más a la condición de "cómodo impasse" teorizada en este libro, que al
modelo propuesto por Zartman de un "punto muerto fluctuante".
[41]). El Sistema
de Guerra en Angola ha tenido periodos largos (en comparación con el ciclo de
vida de las guerras civiles) de estabilidad, como el período 1992-97, durante el
cual los combates fueron pocos. A pesar de esas fluctuaciones en la intensidad
de la guerra, el impasse militar permitió a las fuerzas en contienda adaptarse,
reagruparse, consolidar sus posiciones, acumular recursos económicos
significativos, y por ende prolongar la guerra.
Desde
1995, Colombia se ha ido aproximando a la variante libanesa con el surgimiento
de un nuevo y poderoso actor, el grupo paramilitar comandado por Carlos Castaño,
que perturbó el equilibrio del Sistema de Guerra generando una nueva dinámica y
un escalamiento sin precedente en la intensidad de la guerra. (discutido en los
capítulos 5 y 6). En el Líbano y Colombia, lo que importa no es la polaridad o
la multipolaridad del Sistema de Guerra sino más bien el comportamiento y las
estrategias de los actores que produjeron desenlaces no deseados o inesperados..
Si
bien las crisis hegemónicas de los Estados constituyen la génesis de los
sistemas de guerra, cada uno de los casos discutidos aquí adquiere propiedades y
trayectos propios en la institucionalización de su Sistema de Guerra respectivo,
con la sola excepción de Italia, que obvió ese camino completamente. Estos tres
trayectos ejemplifican los principales tipos de sistemas de guerra en el mundo,
de los cuales las otras guerras prolongadas son variantes. Esos bosquejos
comparativos buscan enfocar con mayor precisión el Sistema de Guerra colombiano
y suscitar cuestionamientos sobre las guerras prolongadas, y ameritan una mayor
profundización rigurosa en estudios
futuros.
CAPÍTULO 7
1. Malcom Deas, "Reflections on Political Violence:
2. John A. Davis, Conflict and Control:
Law and Order in Nineteenth Century
3. Ibid., p. 314.
4. Deas, p. 386.
5. Ibid.
6. Ibid., p. 51.
7. Ibid., p. 55.
8. Judith Chubb, The Mafia and Politics:
The Italian State under Siege, Western Societies Program, occasional paper
no. 23, Center for International Studies,
9. Ibid.
10. Ibid., p. 16
11. Ibid.
12. Ibid., p. 25.
13. Ibid., p. 26.
14. Pino Arlacchi, "The Mafioso: From Man of Honour to Entrepreneur,"
The New Left Review 118 (noviembre-diciembre
1979): pp. 53-72
15. Peter Gran, Beyond Eurocentrism: A
New View of Modern World History (Syracuse: Syracuse University Press,
1996), pp. 94-95; Para las relaciones del crimen organizado con la coalición
antifascista durante y despues de
16. Ver Pino Arlacchi, Mafia Business:
The Mafia Ethic and the Spirit of Capitalism (London: Verso, 1986);
Commissione Parlamatare sul fenomeno
della Mafia, Relazione di Maggioranza (Rome: Camera dei Deputati, Senado
della Republica).
17. Ernesto Savona (ed.), Mafia Issues:
Analysis and Proposals for Combating the Mafia Today (Milan, Italy:
International Scientific and Professional Advisory Council of the United Nations
Crime Prevention and Criminal Justice Programme, 1993); and
18. Ver Emanuele Macaluso, Giulio
Andreotti Tra Stato e Mafia (Messina, Italy: Rubettino Editore).
19. Esta es la cifra más reciente sobre las tasas de homicidios. Véase
Human Development Report 1999 (New
York: Oxford University Press, 1999), p. 221, Canadá tenía para este mismo año
una tasa de 1.9 por 100,000; y Francia 4.7 por 100,000; mientras que en Colombia
era de 75.9 por 100,000.
20. Williams and
21. Richani, Dilemmas of Democracy,
en particular el Cápitulo 2.
22. Samir Tanir, "Al-Iktisad
al-Lubnani bain Harbain," Assa fir,
May 31, 1993.
23.
24. En los años 1980, la producción local de hashish y de opio sumaba US $1.000
millones que para 1987 correspondía a una tercera parte del PIB. En este
sentido, el Líbano llegó en segundo lugar, después de Colombia, en el mercado
internacional de drogas. El Líbano también producía ‘base depatraseada’ (crack)
con materia prima importada de Colombia, en particular durante la
intensificación de las confrontaciones con los narcotraficantes.
Foreign Broadcast International Service (FBIS), Near East Service, febrero 9,
1990, p. 48.
25. Se estimaba que cerca de US $2.000 millones relacionados con la economía de
la guerra circulaban a través del sistema bancario, brindando la liquidez y
reservas de divisas requeridas para impedir la devaluación de la lira libanesa
(LL). Esta última fue fuertemente devaluada, pasando de una tasa de cambio de 5
por US $1 a 2.000 LL por dólar en la segunda mitad de los años 1980. Esta
devaluación fue precipitada por el retiro de fondos de
26. Al Hayat, febrero 4, 1990.
27. "Hukum al Milishiat," Alhayat,
enero 31, 1990.
28. Harb al Sharkiya fi Takdirat al-Uman al Mutahida,
AnNahar, noviembre 11 1990.
29.
30. Richani, Dilemmas of Democracy,
Capítulo 6.
Líderes de las Fuerzas Libanesas, por ejemplo, pensaban que la guerra de baja
intensidad podía servir mejor sus intereses políticos e ideológicos, y era mejor
que aceptar un compromiso, que podría conllevar concesiones políticas y
económicas al otro bando. Kareem Pakradouni, miembro del Consejo Central de las
Fuerzas Libanesas, entrevista con el autor, Beirut, 1996.
31. Paul Collier, Anke Hoeffler, and Mans Soderbom, "On the Duration of Civil
War" typescript (Washington, D.C.: World Bank, Development Economic Research
Group, 1999).
32. Ver Richani, The political Economy of Violence, Richani, "How Can a War
System Break Down?" Paper presented at the
33. Es importante anotar que
34. Un estimativo del comité de las Naciones Unidas sobre las sanciones a
Angola.
Véase
The New York Times, domingo, agosto
8, 1999, p. 3.
35. Human Development Report 1999.
(New York: Oxford University Press, 1999), p. 183.
37. Financial Times, marzo 30, 2000,
p. 4.
38. Financial Times,
39.
Un negociante en diamantes de origen libanés, que tenía negocios en las zonas
controladas por
40. Véase African Business 249
(diciembre 1999): pp. 8-11.
41. Zartman argumenta que la condición del “punto muerto mutuamente hiriente” (mutually
hurting stalemate) no se logra fácilmente debido a la dinámica del
conflicto. Explica que en el momento en el que el gobierno ve una pequeña mejora
a su favor para restablecer su autoridad sobre el país, la insurgencia puede
considerar que es el comienzo de una autodeterminación justificada. Si la
insurgencia se debilita, se retira a las colinas, al monte; y si el gobierno se
debilita, se retira a la capital desde donde puede ejercer su soberanía sobre
una porción del país, aunque algo más pequeña. Sin embargo ninguna de las dos
partes tiene el poder de desalojar a la otra completamente: un punto muerto
fluctuante se convierte en el modus
vivendi. Zartman in Licklider,
Stopping the Killing, p. 26. Sin embargo, en los casos del Líbano, Angola y
Colombia hay fuerzas militares con poderíos considerables; amplias bases de
apoyo; y acceso a recursos económicos importantes, lo que por consiguiente
aumenta el precio de la paz con la ayuda de una cómoda guerra de baja
intensidad. El modelo de Zartman minimiza la importancia de los desincentivos
para un arreglo pacífico.